I join the growing chorus of U.S. Catholic Bishops speaking in one voice as we express our deep sadness over the heartbreaking death of Mr. George Floyd. We urgently pray for the cessation of the violence and destruction which has so sullied the memory of a man who lost his life under tragic and unnecessary circumstances.
We are broken-hearted, sickened, and outraged to watch another video of an African American man being killed before our eyes. The senseless taking of life defies the fundamental principles of justice and respect for human life. We must recognize the fact that all lives are sacred. As Catholics, it is not enough to relegate our concern to only thoughts and prayers. Our Church, at every level, must speak out unequivocally and work against the sin of racism.
As the U.S. Bishops stated in their recent pastoral letter against racism, “Open Wide Our Hearts: The Enduring Call to Love,” people of good will must never turn a blind eye when citizens are being deprived of their human dignity and even their lives. Indifference is not an option. The Bishops of the United States consistently hold that, “It is not a secret that… attacks on human life have severely affected people of color, who are disproportionally affected by poverty, targeted for abortion, have less access to healthcare, have the greatest numbers on death row, and are most likely to feel pressure to end their lives when facing serious illness. As Bishops, we unequivocally state that racism is a life issue” (p. 30).
We plead for an end to the violence in the wake of this tragedy. We support peaceful, nonviolent protests and stand in support of those understandably outraged. We pray for comfort for all grieving families and friends. We applaud the majority of law enforcement officers who follow lawful protocols and demonstrate appropriate restraint, often in the face of threats, and we express our profound sorrow to the families of law enforcement officers who have lost their lives in the line of duty.
As we approach the Feast of the Most Holy Trinity, we plead for the strength and wisdom of the Holy Spirit. “With the guidance of the Holy Spirit, this wellspring of strength and courage must move us to act. Consequently, we all need to take responsibility for correcting the injustices of racism and healing the harms it has caused” (“Open Wide our Hearts,” p. 23). We challenge everyone, especially those from different cultural backgrounds, to come together peacefully to work toward a society where justice, peace, and charity may be shared by children of the same Creator.
Asking God’s abundant blessings upon our Diocese, City, State, and Nation, I am
Sincerely yours in Christ,
+Bishop George Leo Thomas
Bishop of Las Vegas
Me uno al creciente coro de obispos católicos estadounidenses hablando con una sola voz mientras expresamos nuestra profunda tristeza por la desgarradora muerte del Sr. George Floyd. Oramos urgentemente por el cese de violencia y destrucción que tanto ha ensuciado la memoria de un hombre que perdió la vida en circunstancias trágicas e innecesarias.
Estamos con los corazones destrozados, enfermos e indignados de ver otro video de un hombre afroamericano asesinado ante nuestros ojos. La toma sin sentido de la vida desafía los principios fundamentales de la justicia y el respeto por la vida humana. Debemos reconocer el hecho de que todas las vidas son sagradas. Como católicos, no basta con relegar nuestra preocupación sólo con pensamientos y oraciones. Nuestra Iglesia, en todos los niveles, debe hablar inequívocamente y trabajar contra el pecado del racismo.
Como afirmaron los obispos estadounidenses en su reciente carta pastoral contra el racismo, "Abrir completamente nuestros corazones: El llamado perdurable al amor", las personas de buena voluntad nunca deben hacerse de la vista gorda cuando los ciudadanos están siendo privados de su dignidad humana e incluso de sus vidas. La indiferencia no es una opción. Los obispos de los Estados Unidos sostienen constantemente que, "No es un secreto que... ataques a la vida humana han afectado gravemente a las personas de color, que se ven afectadas desproporcionadamente por la pobreza, dirigidas al aborto, tienen menos acceso a atención médica, tienen el mayor número de personas en el corredor de la muerte y son más propensas a sentir presión para acabar con sus vidas cuando se enfrentan a enfermedades graves. Como obispos, afirmamos inequívocamente que el racismo es un problema de vida" (p. 30).
Pedimos el fin de la violencia tras esta tragedia. Apoyamos protestas pacíficas y no violentas y apoyamos a aquellos comprensiblemente indignados. Oramos por consuelo para todas las familias y amigos afligidos. Aplaudimos a la mayoría de los agentes de la ley que siguen protocolos legales y demuestran una moderación apropiada, a menudo ante amenazas, y expresamos nuestro profundo pesar a las familias de los agentes de la ley que han perdido la vida en el cumplimiento del deber.
Al acercarnos a la fiesta de la Santísima Trinidad, suplicamos por la fuerza y la sabiduría del Espíritu Santo. "Con la dirección del Espíritu Santo, este manantial de fuerza y valor debe movernos a actuar. En consecuencia, todos debemos asumir la responsabilidad de corregir las injusticias del racismo y sanar los daños que ha causado" ("Abrir completamente nuestros corazones", pág. 23). Retamos a todos, especialmente a los de diferentes orígenes culturales, a reunirse pacíficamente para trabajar hacia una sociedad donde la justicia, la paz y la caridad puedan ser compartidas por los hijos del mismo Creador.
Pidiendo las bendiciones abundantes de Dios sobre nuestra diócesis, ciudad, estado y nación, soy
Sinceramente suyos en Cristo,
+Obispo George Leo Thomas
Obispo de Las Vegas